La historia de estas cuentas de madera me da bastante rabia, la verdad. Demuestra todo lo torpe que puedo llegar a ser.
Pertenecían a un reloj que me regalaron. Se lo encontró un amigo por la calle, al menos no se gastó dinero en él, y me lo regaló.
No tardé ni una semana en cargarme la cuerda en la que estaban enganchadas las cuentas y puse en el collar todas las que pude rescatar.
Dos o tres semanas después, el reloj se debió soltar y se calló en algún sitio del que no lo recuperé jamás, así que me alegro de haber decidido guardar las cuentas en aquel momento.
Me gustaría pensar que alguien más encontró ese reloj destrozado y le dio una nueva vida.